A Santino lo mató una bala policial

Santino


A horas del crimen del niño, un fiscal acusó a dos jóvenes por el asesinato, pese a que el proyectil no había sido encontrado.



¿Por qué un niño de 1 año y 9 meses puede morir de un balazo perdido en medio de una persecución policial cuando jugaba en la vereda de su casa?

¿Qué construcción social se esconde detrás de este tipo de tragedias urbanas?

La muerte de Santino Cabanilla, que ocurrió el pasado 22 de enero a la noche en barrio Marqués Anexo, al norte de la ciudad de Córdoba, traza una radiografía que duele.

Porque Santino no murió por accidente. Su crimen fue producto de demasiadas negligencias y abandonos que han ido solidificando a lo largo de los años una dinámica cotidiana cada vez más peligrosa, sobre todo para aquellos que deben vivir en sectores postergados.

La historia judicial de este caso deja al desnudo a esta Córdoba modelo 2016.

A pocas horas del crimen, el fiscal Gustavo Dalma indicó que todo se había tratado de un tiroteo entre dos policías y dos adolescentes que intentaban escapar tras un robo.

En medio de ese fuego cruzado ?indicó aquella tesis oficial?, un balazo disparado por los jóvenes terminó por matar a Santino.

Esto quedó escrito, pese a que el proyectil no había sido hallado, ya que atravesó al pequeño.

Durante ocho meses, los adolescentes fueron alojados en el Complejo Esperanza, acusados del asesinato.

Los vecinos del barrio jamás dudaron de que se había tratado de un tiro policial.

Aunque hubo distintas movilizaciones con escaso eco público, la resignación fue lo más llamativo en esa parte de Marqués Anexo.

Lejos de la Policía, de la Justicia y hasta de los medios, el caso pasó a integrar el largo listado de chicos y jóvenes muertos en ese sector de la capital cordobesa.

Un barrio donde confluyen casi todos los fracasos estatales.

Muertes tempranas cuyos relatos al interior de las fronteras invisibles de Marqués Anexo distan, la mayoría de las veces, de lo que figura en los expedientes judiciales.

Como si fueran dos mundos paralelos, que se ignoran de manera mutua.

La Justicia tardó más de ocho meses para concluir lo mismo que siempre se dijo en el barrio en torno al crimen de Santino: que se había tratado de un ?gatillo fácil?.

Recién ahora se sabe que los adolescentes no habían ido a robar, sino que iban en una moto con pedido de secuestro. Y que ellos no llevaban armas; por lo tanto, tampoco dispararon. Sólo escaparon.

O sea, que al menos uno de los dos policías decidió que la vida allí no valía nada.

A casi nueve meses del crimen de Santino, acaba de quedar patas arriba un expediente que en realidad estaba vestido de prejuicios, tal como reveló La Voz la semana pasada.

Una excepción que en el barrio a pocos les llamó la atención. Porque no esperaban mayores novedades desde la Justicia.

La resolución judicial del caso tampoco generó conmoción en gran parte de la otra sociedad que mira de lejos lo que sucede fronteras adentro de estos sectores.

Como si ya no sorprendiera que un niño cualquiera pudiera morir de un balazo policial cuando juega en la vereda de su casa.

La Voz del Interior 16-10-16

Gatillo fácil: oficial detenido por la muerte de Santino

La defensa de la familia del niño de un año y nueve meses muerto en Marqués Anexo tiene la certeza: "Hubo desprecio por la vida"

El mismo día que Federico Cabanillas había recuperado la libertad tras estar preso por una causa de la que no participó, sufrió la muerte de su hijo Santino. El hecho, ocurrido el 22 de enero pasado, tuvo en la tarde del martes el giro que derivó en la detención del sargento de la Policía de Córdoba Guillermo Torres, acusado de haber disparado el arma que mató al niño en barrio Marqués Anexo.

Cabanillas contó su historia días atrás en el programa Otra Vuelta de Tuerca, de radio Universidad, recordando la causa que lo había llevado a la cárcel: en su momento se lo acusó sin pruebas de esconder una pistola nueve milímetros y la moto que dos jóvenes habían usado para robar una vivienda de barrio Zumarán. Durante los días en la cárcel recibió una dura golpiza de los agentes de seguridad por lo cual debió ser internado en el Hospital Córdoba. Y durante un buen tiempo, se ocultó que la bala que había recibido Santino era de una 9 milímetros, proveniente de un arma reglamentaria.

Su abogado defensor, Carlos Nayi, confirmó: "El viernes llegó a la fiscalía la confirmación, con resultados periciales, que la bala que mató a Santino fue una bala policial. No fue de una pistola calibre 22 en medio de una persecusión, como trató de instalar la policía".

"Hubo un desprecio por la vida. No puede un policía en un lugar densamente poblado salir a disparar a tontas y locas, porque ahora fue Santino pero podrían haber sido más personas. La idea es agravar el resultado, que haya dolo eventual y que se haga efectiva prisión efectiva" agregó Nayi.

Mientras jugaba con su hijo, ese mediodía escuchó el silbido de una bala que impactó en el pecho de Santino. Inmediatamente intentó buscar a alguien que lo llevara a un hospital pero después se dio cuenta que había muerto.


La primera hipótesis del Ministerio Público Fiscal fue que este hecho se vinculaba con un tiroteo entre dos policía y dos jóvenes que presuntamente se escapaban de un robo.

Casi nueve meses después, el Sargento Guillermo Torres, imputado por homicidio agravado por el uso de arma de fuego y por tratarse de un servidor público, declarará este miércoles, ya en calidad de detenido ei mputado. En este período estuvo en libertad, al igual que su compañero Matías Venecia, sobre quien hasta el momento no pesa acusación.

El abogado defensor de Torres, Adrián Srur, calificó de "prematuras" las declaraciones del fiscal Matheu, ya que "no conoce el objeto de la imputación". Remarcó que su defendido es inocente del hecho, aunque se privó de adelantar declaraciones respecto a su postura.


En esta primera acusación operó el supuesto testimonio de un médico del Hospital Infantil según el cual el orificio en el cuerpo del bebé se correspondía con un arma calibre veintidós.

Por este motivo los dos chicos fueron encerrados en el Nuevo Sol de Complejo Esperanza. Hasta que, a principios de septiembre, una bala que había quedado alojada en la pierna de uno de ellos se desprendió y él la guardó para entregársela a la fiscalía.

Después de idas y vueltas entre la justicia de menores y la de mayores finalmente el fiscal Matheu se hizo cargo de la investigación en la que pudo cotejar que tanto este proyectil cómo las esquirlas, recolectadas en el lugar de la muerte de Santino, coincidían con el arma nueve milímetros utilizada por uno de los policías.

Además el dermotest dio negativo en la manos de lo jóvenes, es decir, que no se registraron rastros de pólvora. Asimismo el fiscal rechazó que la herida en la pierna fuese producto de una autoagresión.

"No confío en la policía de Córdoba porque quisieron tapar un delito grave como es el de matar una persona, quisieron culpar a dos perejiles y ahora quien va a responder por la muerte de mi hijo" confió Cabanillas.

CBA24N 12/10/16

Durante ocho meses tuvo debajo de su piel la prueba clave


El adolescente que fue baleado por la Policía la noche en que mataron al pequeño Santino, en Marqués Anexo, cuenta cómo ocurrió todo. Ayer se agravó la imputación a un agente, sospechado de ?gatillo fácil?, que quedó detenido, según ordenó el fiscal Carlos Matheu.


Fueron ocho largos meses. Entre las paredes del instituto Nuevo Sol, de Complejo Esperanza (el centro para adolescentes en conflicto con la ley penal), F. B. (16) no dejaba de pensar si iba a tener que cargar toda la vida con la muerte del pequeño Santino Cabanilla, de sólo un año y nueve meses.

Debajo de su piel, atesoraba una prueba clave para demostrar su inocencia.

La versión policial y judicial apuntaba, hasta entonces, que F.B. y otro joven de 17 años se habían tiroteado con dos policías en medio de una persecución ocurrida el viernes 22 de enero último en Marqués Anexo, un sector de la ciudad de Córdoba que hace tiempo es escenario de múltiples violencias.

De acuerdo a esta hipótesis, uno de los tiros que disparaban los jóvenes terminó por impactar en el pecho de Santino, que ajeno a todo jugaba en la vereda junto a su padre.

El proyectil atravesó a la criatura, por lo que sólo se logró encontrar, en un primer momento, una esquirla.

Fue entonces que de manera oficial se insistió con que se había tratado de un balazo calibre 22, que en teoría llevaban los adolescentes, y que F. B. también había resultado herido en la pierna izquierda de un tiro de esa misma arma, por accidente.

El joven siempre negó todo. Dijo que él y su amigo no iban armados, por lo que jamás dispararon. El balazo que mató a Santino, entonces, había salido de un arma policial.

Recién ocho meses después, esto se corroboró ese dicho a nivel judicial y un policía terminó imputado, tal como lo anticipó La Voz el domingo último.

Ayer, F. B. (16) se animó a contar su historia en medio de las polvorientas calles de Ramal Sur, uno de los sectores internos en los que se divide Marqués Anexo.

?Ese viernes andábamos con un amigo en una moto choreada, cerca de la cuadra de los chinos?, recuerda. Se trata de un supermercado ubicado del otro lado de la calle Cornelio Saavedra, que es una suerte de potente límite social.

?Ahí apareció el móvil en el que iba ?el Chuncano?, así que aceleré para que no nos agarren. Y nos empezaron a tirotear de una. Nosotros no teníamos nada, sólo nos queríamos ir porque la moto era robada?, agrega.

El apodo con el que nombra al agente Matías Venecia denota que policías y jóvenes hace tiempo que conviven de mala manera en esa parte de Marqués Anexo.

?Siempre que me veía me detenía?, denuncia F. B.

El otro uniformado que iba en la patrulla era Guillermo Torres.

Uno de los balazos policiales terminó por impactar en la pierna de F. B. 

El móvil alcanzó a la moto y la chocó, lo que provocó que los jóvenes cayeran y empezaran a correr.

F. B. logró esconderse en una esquina. Su amigo, en tanto, siguió en paralelo a las vías, en dirección a Ramal Sur. Desde decenas de metros atrás, uno de los policías que lo perseguía le disparó. Ese proyectil mató a Santino.

El joven quedó detenido. F. B. se entregó horas después. ?Si yo no había hecho nada?, comenta.

Fueron alojados en Complejo Esperanza, acusados del crimen. Y allí adentro, otra vez relataron que no iban armados esa noche.

Hoy, la fiscalía sospecha que una vez más un revólver 22 fue ?plantado? para desincriminar a los policías.

Durante esos largos meses, el proyectil que había quedado en la pierna de F. B. comenzó a ser expulsado de manera natural. Hasta que en medio de una pelea, otro muchacho le pegó una patada, lo que hizo que terminara de salir.

El joven ya sabía que esa prueba era vital para su libertad. Y para demostrar, sobre todo, su inocencia. Lo guardó en un papel higiénico y lo escondió, ya que sospechaba que la Policía quería desaparecer ese proyectil nueve milímetros.

Al final, confió en un empleado de Complejo Esperanza, que hizo llegar la bala a la fiscalía.

Días después, los dos adolescentes fueron liberados: ya no había dudas de que aquella noche ellos no habían disparado.

?Gatillo fácil?

Ayer, el fiscal Carlos Matheu confirmó que agravó la imputación contra el policía Guillermo Torres, que quedó detenido.

Al uniformado se le endilgan los presuntos delitos de ?homicidio agravado por uso de arma de fuego y por ser cometido por un servidor público en ejercicio de su función? y ?abuso de arma agravado?.

Lo que significa que la fiscalía entiende que se habría tratado de un caso de ?gatillo fácil?.

Para esta decisión, dijo el fiscal, fue clave una serie de informes y testimonios recabados en las últimas horas.

?No hay dudas de que el proyectil que mató al niño salió de la pistola de Torres?, reiteró.

?Por lo que surge, los adolescentes no estaban armados esa noche?, agregó Matheu e indicó que en aquel momento nada justificaba que los uniformados dispararan.

La Voz del Interior 12-10-16


A Santino lo mató la Policía


El pequeño, de 1 año y 9 meses, murió en enero, en barrio Marqués Anexo. Un balazo que quedó alojado en la pierna de un adolescente fue clave.


La vida del pequeño Santino Cabanilla, de 1 año y 9 meses, fue arrebatada por un caso de ?gatillo fácil?.

Esta es ahora, a más de ocho meses del crimen, la hipótesis judicial más firme sobre lo que ocurrió aquella calurosa noche del 22 de enero último, en el sector conocido como Ramal Sur.
Se trata de uno de los límites invisibles de Marqués Anexo, barrio de la ciudad de Córdoba que desde hace años es atravesado por una escalada de violencia que tiene entre sus víctimas a los mismos vecinos de ese sector.
La causa por el asesinato de Santino deja al descubierto el difícil acceso a la Justicia en distintas zonas de la capital cordobesa.
Es que el derrotero de este caso asombra.
Aquel viernes al mediodía, Federico Cabanilla, su padre, había salido en libertad por una causa en la que finalmente fue sobreseído. El hombre había sido detenido en la tarde del viernes 1° de enero, sospechado de esconder la pistola 9 milímetros, las municiones y la moto que dos jóvenes de villa El Nailon habían utilizado para atacar una vivienda, en barrio Zumarán.
En esa balacera, otro chico, Thiago Pintos (2), quedó muy grave, con un balazo en la cabeza.
Cuando fue detenido, cuenta hoy Federico, él recibió una golpiza por parte de un grupo de policías, por lo que terminó internado en el hospital Córdoba.
Varias semanas después, tras recibir el alta clínica, también fue liberado por la Justicia, ya que no había pruebas contra él.
Apenas volvió a la calle, en el mediodía, fue junto con su mujer y con Santino a visitar a unos tíos. Y a la noche, cerca de las 21, regresaron a su casa, momento en que él se quedó en la vereda con el niño.
?Jugaba con mi hijo, estaba feliz. Yo no escuché nada, sólo un tiro que me silbó la oreja, por la espalda, y le dio a Santino en el pecho, justo cuando lo estaba alzando. Ahí nomás me dijo ?pa? y soltó los bracitos. Salí corriendo para buscar a alguien que me lleve al hospital; apenas crucé el riel, me di cuenta de que había muerto?, cuenta.
A menos de 24 horas de la muerte, desde el Ministerio Público Fiscal se indicaba que a varios metros de donde estaba Santino se había generado un tiroteo entre dos policías y dos jóvenes que al parecer huían de un robo.
En ese momento, se informó, un balazo calibre 22 disparado por uno de los adolescentes impactó en Santino.
Par ello, se sostenía como ?clave? la supuesta aseveración de un médico del hospital Infantil, que decía que los orificios de entrada y salida en el niño coincidían con el tamaño de un proyectil 22.
El plomo no se había encontrado; sólo una esquirla.
Ante esto, el fiscal Gustavo Dalma giraba la causa a la jueza penal juvenil Nora Giraudo, ya que los dos sospechosos tenían 17 años.
La versión oficial indicaba que los jóvenes se habían tiroteado con los policías al ser sorprendidos cuando estaban por asaltar un supermercado chino de calle Del Molino, del otro lado de la Cornelio Saavedra.
?Uno ingresó en la casa de su abuela, donde se le habría escapado un tiro que lo hirió en un tobillo. Quedó preso y se le secuestró la pistola. El otro se entregaría horas después en Tribunales II?, se informó aquel día.

Otra versión

Este relato jamás fue creído en Marqués Anexo. A partir de entonces, se sucedieron seis manifestaciones en las que se acusaba a los policías.
?Los jóvenes no estaban robando, sino que los policías los conocían de antes y les tenían bronca?, asegura Federico.
En concreto, en el barrio se subrayaba que los adolescentes no iban armados y por eso nunca dispararon.
Además, había otro dato llamativo. El muchacho que al parecer escapaba por una ciclovía corría en dirección a Santino varios metros adelante del policía que lo perseguía.
?Si le disparaba al ?cana?, hubiera tirado hacia atrás, nunca para adelante?, era la conclusión que surgía en una zona donde los tiros hace tiempo que se tornaron una mala costumbre.
Todos estos datos eran valorados, al mismo tiempo, por la jueza Giraudo, que volvía a girar el caso a las fiscalías para mayores, lo que originaba un ping pong judicial.
El expediente recayó entonces en el fiscal Carlos Matheu, que otra vez intentó devolverlo al Fuero Penal Juvenil, hasta que un juez de Control ordenó que todo siguiera en su jurisdicción.
Matheu encargó un peritaje exhaustivo a la Policía Judicial, pruebas que ahora terminaron por ser vitales para la causa.
De manera paralela, en el instituto Nuevo Sol de Complejo Esperanza, los dos jóvenes acusados del asesinato insistían con que ellos no habían disparado.
F.B. (17) aún tenía el balazo alojado en una pantorrilla y prometía que esa era la prueba para su libertad. Contaba que había sido baleado frente al supermercado por uno de los policías.
A principios de septiembre, el proyectil se le salió. Lo escondió con cuidado, porque tenía miedo de que se lo robaran ?para tapar todo?, y logró que llegara a la fiscalía de Matheu.
Aquella prueba que durante meses tuvo debajo de su piel terminó por inclinar la causa.



Peritajes

El fiscal Matheu aseguró a La Voz que cotejó este proyectil con la esquirla que se halló cerca de donde Santino fue baleado y se comprobó que ambos coincidían con la pistola 9 milímetros de uno de los policías que aquella noche persiguió a uno de los adolescentes.
?No hay dudas de que lo mató una bala policial?, dijo el viernes último el funcionario judicial.
El sargento Guillermo Torres quedo imputado por homicidio agravado por uso de arma de fuego y por ser cometido por un servidor público en ejercicio de su función, a tenor del artículo 306 in fine (sospecha leve).
El martes deberá declarar y a partir de entonces su situación legal se puede agravar.
El otro policía que esa noche participó del operativo, Matías Venecia, no está imputado.
La sospecha judicial es más que grave. Se habla de un presunto caso de ?gatillo fácil?, ya que la prueba de dermotest arrojó resultado negativo en los adolescentes.
O sea, no se encontraron rastros de pólvora en sus manos, lo que hubiera sido una señal de que ellos dispararon aquella noche.
Y se descartó que el joven baleado en la pierna se haya autoagredido, tal como supuso el fiscal Dalma a las pocas horas.
?Los jóvenes no dispararon?, aseveró Matheu, por lo que se empieza a descartar que haya ocurrido un tiroteo aquella noche.
¿Acaso les ?plantaron? el arma que les secuestraron? La duda hace demasiado ruido.
Al mismo tiempo, la Policía Judicial comprobó que el disparo del policía se produjo a más de 200 metros del lugar donde se encontraba Santino. Y que no se trató de un solo tiro.
?Esa noche había un montón de gente en la calle. Pudo matar a cualquiera?, recuerda Federico.
El hombre aprieta la mano de Cintia, su mujer, que amamanta a un bebé de apenas pocos días, y no duda: ?Nos mataron en vida?.

La voz del Interior 9-10-16